Atrás quedaron los tiempos en que la mayoría de los padres llegaban a los cincuenta con los hijos independizados.
Hoy en día, debido a que muchos tenemos hijos en etapas más avanzadas de la vida y estos permanecen en casa por más tiempo, dado el incremento del precio de la vivienda, es cada vez más común llegar a los sesenta años con una familia que mantener y una hipoteca por pagar.
Según cifras de ciertos estudios financieros, uno de cada seis propietarios de vivienda superará los 65 años antes de haber liquidado su préstamo hipotecario, o incluso no lo logrará pagar por completo.
Esto significa que, en caso de fallecimiento, tu familia podría enfrentarse a la pérdida de su hogar en un momento ya de por sí muy doloroso.
Aunque nadie quiere pensar en la posibilidad de morir, para muchas familias, la pérdida de un ser querido es una triste realidad. Algunos estudios sugieren que, a nivel global, cada cierto tiempo, un padre fallece dejando a hijos menores dependientes. Al alcanzar los 16 años, uno de cada veinte jóvenes habrá perdido al menos a uno de sus progenitores, lo que hace que contar con un seguro de vida adecuado sea fundamental, incluso al avanzar en edad.
¿Cómo funciona el seguro de vida?
Está diseñado para proporcionar una suma de dinero a tus seres queridos en caso de tu fallecimiento, asegurando así una estabilidad económica. A cambio de esta protección, debes pagar primas mensuales a la aseguradora. En términos generales, cuanto más joven eres al contratar el seguro, más económico será, ya que la probabilidad de un siniestro durante el período de cobertura es menor.
Existen varias opciones. Una de ellas es el seguro a término, también conocido como “seguro temporal”, que cubre un período determinado. Otra opción es el “seguro de vida entera”, que ofrece cobertura durante toda la vida.
Por otro lado, el seguro de término decreciente ajusta el monto de cobertura a lo largo del tiempo. Este tipo de seguro es ideal si tu objetivo es proteger a tu familia de deudas, como una hipoteca, ya que la cantidad asegurada disminuye a medida que se reduce el saldo de la deuda.
Otro tipo de seguro es el de beneficio de ingreso familiar, el cual, en lugar de proporcionar un único pago, garantiza a tus dependientes una renta mensual libre de impuestos hasta que finalice el período del seguro.
¿Soy demasiado mayor para contratar un seguro de vida?
Puedes adquirir un seguro de vida prácticamente a cualquier edad, aunque es cierto que las primas se incrementan conforme envejeces. Sin embargo, incluso si ya estás en tus cincuenta o más, no siempre quedarás excluido, ya que las primas también dependen de otros factores, como tu estado de salud, si eres fumador, la cantidad de cobertura que deseas y la duración de la póliza.
¿Cuánta cobertura es suficiente?
La cantidad de cobertura que necesitas depende de tus circunstancias y de lo que quieres lograr con el seguro.
Un buen punto de partida es calcular cuánto dinero necesitarías para liquidar cualquier deuda que dejes al fallecer. También deberías considerar cuánto dinero necesitarán tus dependientes para sentirse económicamente seguros si ya no estás para generar ingresos.
Algunos expertos recomiendan optar por una combinación de coberturas, como una póliza que cubra una suma global para liquidar la hipoteca y otras deudas, además de un seguro que proporcione ingresos regulares a tu familia.
Si no tienes hijos y tu pareja puede mantenerse económicamente, es posible que solo necesites una póliza que cubra tus deudas. Para este fin, la opción más sencilla y económica es un seguro a término fijo, donde la cantidad a pagar permanece constante durante todo el período, o un seguro de término decreciente, donde la cantidad disminuye en función de lo que quede por pagar en una hipoteca.
¿Cómo reducir los costes?
Una forma de aumentar la protección es que las parejas contraten dos pólizas de seguro de vida por separado, lo que suele costar sólo un 10% más que una póliza conjunta.
Con dos pólizas individuales, si cualquiera de los dos fallece, cada póliza proporcionará cobertura. Esto significa que el pago será el doble por una prima similar. En cambio, con una póliza conjunta, sólo se paga una vez, es decir, cuando fallece la primera persona, dejando al otro cónyuge sin seguro.
Esto puede ser problemático, ya que al quedar sin cobertura en una etapa de la vida en la que es más difícil obtener un nuevo seguro debido a la edad o el estado de salud, el coste de una nueva póliza puede ser muy elevado o imposible de asumir.
Recuerda que no siempre tu banco o corredor de seguros te ofrecerán la mejor opción, ya que suelen estar vinculados a un solo proveedor y esto puede resultar caro.
Como con cualquier seguro, es importante comparar diferentes opciones antes de contratar una póliza. Si tienes alguna condición médica previa, es recomendable acudir a un corredor de seguros especializado para ayudarte a encontrar la cobertura más adecuada.
Es fundamental ser honesto al responder preguntas en la solicitud del seguro, como tu historial médico, ya que cualquier omisión podría invalidar la póliza. Aunque pueda parecer que estás proporcionando demasiada información, si ocultas algo, podrías poner en riesgo el pago del seguro en caso de siniestro.
Si bien generalmente no se pagan impuestos sobre la renta o plusvalías por los pagos del seguro de vida, si el valor de tu patrimonio supera cierto umbral, los beneficiarios podrían perder un porcentaje considerable del pago debido a los impuestos sobre herencias.
Para evitar esto, conviene que hables con tu aseguradora sobre la posibilidad de colocar la póliza “en fideicomiso”, lo que evita que forme parte de tu patrimonio y permite a tus beneficiarios recibir el dinero de forma más rápida. Dado que la planificación fiscal y el uso de fideicomisos pueden ser complicados, es recomendable buscar asesoramiento financiero especializado si no estás seguro de cómo organizar mejor tus finanzas.
Recuerda...
Aunque es imposible predecir lo que depara el futuro, contar con un seguro de vida ofrece una tranquilidad valiosa, sabiendo que tus seres queridos no tendrán que preocuparse por su estabilidad económica en un momento emocionalmente difícil.