El día internacional de contar historias
Se dice que un 23 de abril del mismo año, murieron Cervantes y Shakespeare; uno en Madrid y el otro en Stratford-upon-Avon. Aunque parece ser que, por un asunto de calendarios -el gregoriano en España y el juliano en Inglaterra-, finalmente ninguno de los dos murió un 23 de abril. Pero, en realidad, ¿qué importa? Si algo importa es que el 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro.
Y es que nada nos gusta tanto a los humanos como contar y que nos cuenten historias. Pero también hay ciertos sujetos a los que, además, nos gusta no sólo contarlas, sino crearlas. Y qué gran historia es que esos dos escritores, genios de la Literatura, dieran en exhalar su último suspiro en el mismo día y, por qué no, a la misma hora.
De la Prehistoria a nuestras manos
Contar historias siempre imagino que es algo que empezó en las cuevas prehistóricas, durante las largas noches de inviernos a la lumbre de una fogata, cuando unos pintaban bisontes en las paredes, mientras otros recreaban, con detalles sorprendentes, la jornada de caza. Así debieron nacer no sólo los protagonistas de los primeros relatos, sino también los primeros héroes. La épica del humano que se sobrepone y supera la adversidad, venciendo a quien es más fuerte que él. De ahí a “El Quijote” y los molinos de viento … un paso.
También imagino, a la lumbre de una fogata, en esas mismas largas noches de invierno en cuevas dónde aún no existía la palabra escrita, el relato de cierto romance entre jóvenes de cuevas distintas que, a fuerza de cruzarse por los campos, empezaban a asomarse cada uno a la boca de su cueva sólo para mirarse de reojo. De ahí a “Romeo y Julieta” … un paso.
Los humanos necesitamos imaginar, soñar, maldecir, invocar, conjurar, aprender, comprender, y sobre todo, entretenernos y compartir. Y la palabra escrita vino a hacer más fácil -o más difícil, no lo sé- el acto de contarnos historias a nosotros mismos y a los demás. Con el libro, ese artilugio de 582 años de vida que sigue tan vigoroso, Gutenberg encontraba el modo de que las historias, ahora en palabra escrita, pudiesen pasar de mano en mano. Al principio, fueron unas pocas manos privilegiadas, después, lentamente, más y más manos, manos distintas, manos corrientes…tus manos, las mías.
Un día para celebrar
Entre las sombras, incluso en la oscuridad más absoluta de nuestras vidas como individuos, como planeta, los libros son destellos de luz que alumbra caminos de esperanza, esperanza a veces soñada, a veces fundamentada, pero esperanza al fin y al cabo. La esperanza que explica nuestra fortaleza para, pese a las adversidades, sobrevivir a ratos y vivir casi siempre. Disfrutemos pues, de una celebración que nos devuelve a lo mejor de nosotros mismos, a nuestro espíritu creativo, al poder de la imaginación, a nuestra capacidad de observación. ¡Atención, lectores y escritores del mundo!, celebremos esta fiesta que es la fiesta de la esencia de nuestra humanidad.