Seguro que nunca te habías planteado que vamos dejando rastros de nuestra personalidad cada vez que escribimos.
Pues, así es. Lo que somos y cómo nos comportamos lo vamos plasmando en cada pequeño gesto escritural. La introductora de la grafología en España, Matilde Ras, solía decir que «Nuestra escritura es el espejo encantado en el que se refleja la faz misteriosa del alma».
Del mismo modo que nuestro lenguaje corporal, incluso a través de gestos casi imperceptibles, dice más de nosotros que el lenguaje verbal, con la letra sucede lo mismo. Esta se modifica a tenor de lo que pensamos y sentimos, dándonos información sobre ello.
¿Cuál es el gesto de la persona orgullosa? Estirarse, elevar la cabeza y la barbilla. ¿No es cierto? Pues eso mismo hace su letra, se eleva, altiva, alargándose en vertical, en un intento de sobresalir y destacar.
Cuando estamos apenados, melancólicos o tristes, ¿acaso no dejamos caer los hombros, los brazos, la cabeza e incluso doblegamos la espalda? Pues, eso mismo harán nuestras letras, si nos hallamos en ese estado. En las páginas de personas entristecidas podemos ver cómo las líneas, en su discurrir de izquierda a derecha, se van haciendo más descendentes o cómo las palabras tienen esa misma tendencia a la caída. Y, si esa bajada de la línea se produce también en la firma, más vale que estemos muy pendientes, pues el desaliento ha calado profundamente en la personalidad y desaparecen las ganas de continuar.
La persona ambiciosa, ¿dónde pone su mirada? ¿Acaso no habla de «subir» o «ascender»? La firma de este tipo de personas, por tanto, escala por el papel dirigiendo su trayectoria en un movimiento de remonte hacia las alturas. Cuanto más ambiciosa sea la persona, más empinado será el transcurrir de su firma.
¿La escritura angulosa nos habla de la persona creativa o disfrutona? No. Esa escritura pertenece a personas tensas, crispadas y llenas de autoexigencia. Es todo lo contrario a fluir para generar ideas nuevas o disfrutar de los momentos que aporta la vida. Esa capacidad artística, creativa y de regocijo la encontraremos en escrituras que se deslizan sin angulosidades, circulando por la página con gracia, sin frenos en el recorrido, dibujando en su trazado curvas amplias.
Son tantos los aspectos y facetas, tanto en aptitudes como en actitudes, en talentos o en talantes, que podemos apreciar a través de la escritura manuscrita los grafólogos, que no terminaría nunca.
Es por ello que siempre digo que, a determinadas profesiones, como profesores o psicólogos, donde el factor humano está tan presente y tan útil, les resulta conocer los entresijos de la personalidad, les inyectaría la grafología en vena.
¿Se ha notado que soy una apasionada amante de la grafología? No puedo evitarlo, me sale la pasión por esta disciplina a la que amo, por todo lo que representa y aporta.
Sí. Soy grafóloga de profesión y de pasión.